El de la cara roja


A veces es por pena, por timidez, por vergüenza. Se le inflan los poros de sangre bien oxigenada y se le aglutina en los cachetes, haciéndolo parecer un vegetal, una fresa madura, un tomate de campo.

A veces es por el sol, por el calor, por la radiación ultravioleta. Se le seca la piel, se va cayendo lentamente en capas finas como a una cebolla, revelando una tez similar a la de un camarón.

Pero hoy es por una bofetada, merecida y bienvenida. Cada uno de los dedos queda marcado en el rostro, en el espacio que hay entre la oreja y la nariz. Cinco finos dedos, cinco ramas de cilantro que pesan infinitamente más de lo que parecen.

Y, es que hay muchas razones para tener una cara roja.

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Cuando se trata de ud, irme nunca ha sido una opción.

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