Empatías

El guardia de seguridad, abandonando su garita y su radio, pateaba rítmicamente un enorme globo rojo contra un muro derruido de ladrillos.

El ladrón, en vez de aprovechar la oportunidad, prefirió fumarse un cigarrillo y sentarse a verlo jugar.

Que culpa, si yo soy un romántico.


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