XX
—No, no es él.
—Sí, sí es él.
—No, no es él. No es posible que esto pueda ser él.
—Mira la cicatriz de la vacuna.
—No, no es él.
—Mira la corona de la muela que le puso Miguel
hace seis meses.
—No, no es él.
—Yo pienso que sí es él. Que esta vez si es él.
—No, no es él.
Como podría ser él si no tiene ojos.
Como podría ser él si no tiene sus manos laboriosas.
Como podría ser él si le han cortado sus semillas de hombre.
Como podría ser él sin su guitarra ni su canción,
sin aquel ceño duro ante el peligro, sin aquella sonrisa en el
trabajo.
sin su voz pronunciando el pensamiento, sin su tonta manía
de regalarme flores.
Como podría ser él.
No es él. Te digo que no es él.
No quiero que sea él.
—Sí, sí es él.
—No, no es él. No es posible que esto pueda ser él.
—Mira la cicatriz de la vacuna.
—No, no es él.
—Mira la corona de la muela que le puso Miguel
hace seis meses.
—No, no es él.
—Yo pienso que sí es él. Que esta vez si es él.
—No, no es él.
Como podría ser él si no tiene ojos.
Como podría ser él si no tiene sus manos laboriosas.
Como podría ser él si le han cortado sus semillas de hombre.
Como podría ser él sin su guitarra ni su canción,
sin aquel ceño duro ante el peligro, sin aquella sonrisa en el
trabajo.
sin su voz pronunciando el pensamiento, sin su tonta manía
de regalarme flores.
Como podría ser él.
No es él. Te digo que no es él.
No quiero que sea él.
Manuel José Arce - Equis, equis.
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