Yo ya tire tu cariño al río


Cuando estaba aburrida, hacia cosas bastante ociosas. Un día, por ejemplo, destapó una botella de talco y la regó sobre una calculadora-agenda-despertador. En otra ocasión, desenrollo decenas de casetes en la sala de su casa.

El la conoció un día en clase porque ella le había ofrecido una uva. Se la comió entera, con semillas incluidas, pues no quería escupir nada delante de ella. Le parecía muy bonita.

A diferencia de ella, él no se aburría. Se entretenía pensando. Algunas veces, en cosas crueles. "Soy dos ojos y un par de libras de carne."

En lo único en lo que se parecían era en la no muy frecuente habilidad de consumir sus lágrimas en los ojos, aun antes de que tuvieran la oportunidad de caer. Por eso, cuando alguno de los dos pensaba en el otro, se recordaban serios, con los ojos líquidos, mareados y solos.

Se embriagaban cada vez que tenían la oportunidad, pero nunca lo admitían. Nunca ninguno quiso mostrar debilidad. Solo una vez, ella comentó (sin querer) que las palomas la ponían nerviosa. 

...

Cansado de recordar, terminó de escribir su despedida, dobló el billete y se dirigió a la tienda para comprar lo primero que viera y que costara cinco mil pesos: un balde pequeño de helado de uva.




"Un te quiero en un billete, como una botella al mar." 

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