Los dueños del mundo (II)
Sabe de filósofos, lingüistas, antropólogos, políticos y poetas.
Conoce de arquitectura y de sociología, le interesa la historia y Brasil. Come
sapos y cree sinceramente en un mundo mejor, se ilusiona y se decepciona fácil, se ha memorizado cientos de cuentos de Borges, de Márquez, de Bachelard. Invita a
las cervezas. Lee. Habla. Habla mucho. Camina. Camina bastante más.
Comparte la vida con los jóvenes y con los
viejos por igual, con los ricos y con los no tanto. Desayuna con corazones de
hojaldre y un trozo de piña muy dulce, se le olvidan las gafas, se le olvidan
los correos pero nunca las cifras, ni las fechas, ni los muertos. A veces nadie
lo escucha, quienes lo rodean prefieren teclear sobre las pantallas incandescentes de los
celulares que mirarlo a los ojos. Pero igual, cuenta un chiste, se burla, se ríe
y se va.
Es otro ejemplar curioso de esa especie
rara y en vía de extinción, de esas que tienen vida y que quieren vivirla.
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