Cruce de caminos
Ana María me parece muy linda. Fue la primera chica en la que me
fijé en la clase: pelo negro y liso, alta, ojos rasgados y timidez. Muy sola,
muy linda.
Isabel me enamoró sin querer con sus
miradas oportunamente a destiempo, sus parpadeos largos y su lunar.
Ana María no llegaba casi nunca a tiempo.
Pasado un cuarto de hora de empezada la clase, abría la puerta, cruzaba el
salón y se sentaba casi a mi lado, dos puestos a mi derecha o dos puestos a mi
izquierda. Sacaba un papel, un lápiz y un celular, y garabateaba mientras
escribía mensajes en su teléfono con sus manos muy blancas y sus uñas color
verde mosca.
Isabel hizo todas las tareas. Fue la más
responsable del curso, y la más amable. Pero se sentaba lejos, muy lejos de mí.
El sábado las veré por última vez, a Ana María
y a Isabel. Y ya me rompe de nostalgia otro par de amores, el de la ingeniera y
la administradora, que nunca fueron pero que pudieron haber sido.
los amores que no fueron pero pudieron haber sido calan profundo...
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