Sopa de lluvia

Carolina canta todas las canciones que suenan en el bar, pero yo solo le puedo hacer compañía con la voz cuando suena Lágrimas negras. Después de dos cervezas me parece aún más linda que la primera vez que la vi. Su sombrerito de caña le enmarca la cara, que remata con una tímida y esquiva sonrisa. 

A lo lejos se escuchan un par de maracas furiosas, y aun más lejos se observan unas sirenas de policía. Carolina está acostumbrada, este es su ambiente. Atraviesa la pista de baile como un pez en el agua, zigzagueando rítmicamente entre las parejas danzantes. Ella misma parece una bailarina, un pez bailarina, se me ocurre.

La noche es suya, pero no para iluminar como un sol, ni para opacar al resto del universo a su alrededor. Ella es una estrella, una linda estrellita en el cielo. No pretende estallar en mil colores como una supernova, parece que solo esta allí para mí, desapercibida para los demás. 


Es mi estrella favorita, esa que no brilla mucho pero que repercute en mis pupilas cuando ya he cerrado los ojos.





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