Adaptación
De niño recuerdo odiar el ajo. Pero ya no me es raro sorprenderme a mi mismo comiendo panecillos con mantequilla de ajo, sobre todo cuando son el único aperitivo en los restaurantes de la ciudad.
Pensarme en tercera persona es parte de un ejercicio consiente en el que trato de verme con los ojos de otro ser. Imaginarme ejecutando verbos es una práctica casi tan importante como imaginarme completamente inerte, absolutamente despojado de acciones y pensamientos, en el culmen de la inexistencia. Todos son ejercicios mentales para suplir la ausencia de fotos y espejos en mi casa.
Por salud debo beber amargos y espesos potajes de hígado y remolacha. Y lentejas. Resulta que mi palidez tiene que ver con una insuficiencia nada sutil de hierro en mi cuerpo y no con la ausencia de sol. Pero mejor así. No solo mis horarios de trabajo sino también mi metabolismo me obligan a ser una criatura nocturna.
Y en Halloween me disfracé de humano.
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