Ciudad con fiebre
Son muchas cosas las que me impactaron en estos días, unas pocas malas y muchisimas buenas. Abuelitas marchando con los nietos de la mano, por ejemplo. Músicos comunicando cualquier cantidad de ideas con tambores y panderetas. La cantidad de estudiantes cogidos de la mano y cantando (y, mira tú, sorprendentemente coordinados). La esperada llegada casi heroica de los indígenas a la ciudad. La lluvia de clangs desde las ventanas de los edificios, y cada uno de una cacerola diferente. De repente a todos se les olvidó que no les gusta mojarse en la lluvia ni caminar con los tenis encharcados.
Pero si me tengo que quedar con una sola cosa, me quedo con esa ola de empatía en que nadamos por unas semanas que por fin (y ya era hora) nos inundó.
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