Daniela (VIII)
Para titularme, debía elaborar un trabajo de grado con un tutor escogido por la facultad de la universidad de entre tres posibles candidatos de mi elección. Por la naturaleza misma de mi pregrado, la norma es desarrollar trabajos prácticos en dónde se pongan en práctica todas las habilidades de dibujo, expresión y representación de un proyecto arquitectónico adquiridas a lo largo de diez semestres.
Yo escogí otra cosa.
Mi trabajo consistió en explorar las posibilidades reales de la aplicación de un análisis algorítmico para el desarrollo de ecosistemas artificiales a partir de simulaciones computacionales. Demasiado dramático para el profesor promedio. Por esta razón, mi lista de tutores candidatos era particularmente reducida, y mis posibilidades de aprobación lo eran aún más. ¿Qué jurado avalaría que se otorgara un título de arquitecto a quien no ha demostrado en su trabajo final que sabe hacer lo que un arquitecto debe hacer?
Finalmente se decidió que me acompañaría un profesor de otro departamento académico, del departamento de estética.
Y allí sentada, cinco años después de iniciar el viaje y en el último trabajo que realizaría en la universidad, me encontré con que mi compañera de tesis era la primera mujer que percibí hace tanto tiempo y en el primer día de universidad.
Vengo por una historia de amor, si no hay una historia de amor de este inicio me la invento... pero sería más fácil leerla.
ResponderEliminarTodas mis historias son historias de amor. Creo que no se escribir sobre nada más. Solo espero no haberte decepcionado demasiado.
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