Martes 6

Martes 6.
Así como pudo haber sido 7,
o 9,
o Lunes,
fue un Martes 6 cuando se quebró,
y por las fisuras se derramó un liquido parecido al de la clara de huevo cruda.
La impresión que le causo la visión del fluido chorreando por su cuerpo lo paralizó,
y seguramente,
si hubiera pensado con frialdad,
habría recogido parte del liquido en una bolsa,
o habría guardado un poquito en la cuenca de la mano.
Debió haber sido gracioso para quien pasase por la calle ver a este hombre,
parado en la mitad del parque y con una cara como si acabara de cruzarse consigo mismo.
...

El martes 6 fue el ultimo día de este hombre,
pues a partir de ese momento,
día y noche se amalgamaron en un solo fluido constante y homogéneo.
Hasta el tiempo,
con su densidad,
se hundió en la sucesión de instantes licuados en una cremosa sopa gris.

Pero antes de aquel día,
el hombre no era distinto a los demás.
Tenía caspa,
veía telenovelas y hasta creía que oler plátanos verdes y manzanas adelgazaba.
Lo particular era general,
y todo se quedaba en potencial.
Digno exponente de la humanidad.
...

No se creyó que tenía alma hasta que la vio allí,
toda desparramada en un charquito poco profundo.
Lo único que atinó a hacer una vez recuperada la serenidad,
fue taparse la nariz (pues el hedor ya era insoportable) y emprender el camino a casa.

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