Orca nila

La pequeña laminita de metal se resbalaba por entre la mampostería y las tejas de barro y las hacia caer. Al final, solo quedaban grandes parches vacíos sobre bolitas de plástico blanco que se las llevaba el viento cuando soplaba y cuando no. De todas maneras, todo era una excusa para hablar con ella, para pasar una tarde mirándola y preguntándole bobadas, para, mientras se sentaban uno al lado del otro en silencio, soñar besos y abrazos que nunca se daban, ni para despedirse.
Que si lee, que si habla mucho. Y se van caminando por la calle entre tiendas de papel y cafeterías, apenas juntos. Las palomas solo los ven pasar y se apartan al paso, picoteando y mordisqueando rocas. Y de cerca no es tan bonita, ¿o si? cada mirada es diferente a la anterior, es otra chica. Lo único que conserva intactos son sus ojos, oscuros y entrecerrados.

La quiero.

Y entonces aparece otro sujeto, feo, flaco y grosero (¿guapo, acuerpado y decente?) que ha existido desde siempre y que probablemente siga allí después de que yo me haya ido, y que por eso es mas relevante. Almuerza con ponimalta y con cubiertos desechables, pero siempre la mira y ella siempre lo mira. Y entonces me recuesto en una pared y cruzo los brazos.
-Bueh, chau. Después me cuentas como te fue.

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