X2

De repente me encontré con una pequeña manada de perros callejeros. Eran tres, uno grande, uno mediano y un pequeñín que olía la cola del grande. La manada estaba acostada allí en el andén y, cuando fui a pasar entre ellos, descubrí lo cobarde que soy. Nunca les he tenido miedo a los perros, ni siquiera en ese momento, pero no pude evitar pensar en que tal vez se sintieran amenazados y me mordieran. Y no solo me iba a doler, sino que de allí en adelante, probablemente miraría con temor a los caninos. Es decir, temía la posibilidad de tener miedo mas que al miedo en si mismo.

No, no me mordieron, ni tan siquiera se percataron cuando pasé en frente de ellos. Pero ahora pienso en mi no como un cobarde, sino como un doblemente cobarde.

Que mierda.

Comentarios