Quelación

Estaba por ahí sentado cuando el aluminio en mis venas comenzó a vibrar. Primero suavemente, una levísima resonanansia agradable que poco a poco fue aumentando en intensidad. Cada gramo del metal empezó a circular mas rápido por mi cuerpo al mismo tiempo que mi corazón se aceleraba, como estimulado ante un catalizador. Cuando me di cuenta ya temblaba indisimuladamente ante unos ojos verdes y una pupila que no era circular, sino como de la forma de un riñón.

Un ganso de madera me obligaba a protegerla de la lluvia, a ella, a su pelo rojo y a sus ojos verdes. ¡Que importaba que me mojara yo y mis medias! Los rayos caían cerca, como asechandonos, excitados ante el olor del metal cargado positivamente que emanaba de todo mi cuerpo. ¡Zas! el pulso electromagnético anula temporalmente mi sentido de la audición  ¡Zas! ahora el olfato. ¡Zas! te daría un beso, pero no te veo. ¡Zas! te daría otro, pero no te siento.




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