Caído y desleído

(...) vivía a orillas de un bosque del trópico, en una cabaña de guadua verde y cubierta de hoja de plátano. Se bañaba todos los días con agua lluvia y desayunaba frutos silvestres llenos de semillas. Se comía hasta las cascaras. No se deshidrataba nunca, aunque solo bebiera luz del sol.

(...) dibujaba con rocas de arcilla a los pájaros de la selva, aunque la falta de una variedad de pigmentos lo obligara a convertir los rojos, verdes y amarillos en la más variada gama de marrones, toda una paleta saturada de tonos tierra. 

(...) era músico cuando chapoteaba en la hondonada pantanosa en las noches, ante un coro de grillos, chicharras y renacuajos. Se convirtió en un maestro en el arte de la improvisación, un hábito que adquirió gracias a la imposibilidad de coordinar a un ejército de croacs y cricks.

(...) un día se encontró con un tronco hueco que flotaba en el río.
(...) convirtió el tronco en una canoa.
Nadie volvió a saber de (...).
(...) no sabía nadar.
Adiós, (...)




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