Relación de costo-beneficio
No se puede vivir de felicidades alquiladas.
...
Te levantas con una sonrisa. Te imaginas
lo que se viene, algo grande. Haces planes. Se te ocurren mil razones para
trabajar, mil motivos que hacen que vivir otro día valga la pena. A lo mejor,
el amor de tu vida. A lo mejor, bailes descalzos en el pasto. A lo mejor muchos
abrazos.
La alegría que te inunda no está
fundamentada en nada que te ha ocurrido, sino en la posibilidad de que algo
ocurrirá. Es una alegría prestada, tuya a medias. Pero basta solo media
felicidad para reír, para derrochar sonrisas, para creer que esta será eterna y
que no va a terminar jamás.
...
Los días transcurren pesados, uno tras
otro, con parsimonia, acercándose poco a poco a ese momento señalado, el
instante más ansiado. Un instante que se carga a reventar de historias que
pueden ser, que transformaran positivamente el rumbo de una vida. Día, noche. Día,
noche.
...
A veces, el evento puede requerir cierta logística
que asegure o afinque aún más las probabilidades de un final feliz. No tienes ningún
problema con los preparativos, los sacrificios. La recompensa justificara cualquier
esfuerzo, piensas. Y trabajas. Y estudias. Y ensayas. Entrenas.
Reunir valentía y energía suficiente para
poner en marcha toda la maquinaria que, después de una cadena sincronizada y precisa
de eventos, desembocara en esa felicidad prometida, es una tarea titánica.
Recuerdas los nervios que anteceden. La ansiedad que procede. Una sensación un
poco como de incapacidad, de inseguridad. Miedo, mucho miedo. Al rechazo, a la decepción,
a ser ignorado.
Y en una acción temeraria, evidentemente
irracional y netamente visceral, saltas al vacío. Y en la caída, a una
velocidad de vértigo, no logras distinguir las señales de alerta.
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El día después es tal vez el más duro. El
cuerpo entero, como la piel ante una irritación, se vuelve hipersensible. Cada
uno de los órganos percibe con mayor nitidez cualquier estimulo, y hasta las
gotas de lluvia pueden llegar a lastimar. La cabeza estalla ante los sonidos más
sutiles. Es el momento ideal de correr, no para llegar a ninguna parte, sino
solo por correr, correr, correr.
El mundo, sin el velo anestésico de la
felicidad, es mucho más crudo de lo que parecía. Más duro, chocantemente
contrastante, radical y poco sumiso.
...
Estas en deuda. Toda la felicidad que
gastaste en días pasados se te reclama, existe un déficit que debes compensar.
La melancolía es un precio justo, el universo es severamente imparcial. Es
necesario reestablecer el equilibrio.
...
Otra vez eres libre. Purgado. ¿Cuánto
tiempo hará falta para volverte a intoxicar?
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