Perpetuum mobile



"¿La vida? Uy, como cambia la vida..."

Aprendí como se siente la carne desprendida del hueso, y como es que huele el vinagre derramado. Valoré atravesar de cabeza las semanas en un estado de completa inconciencia, cruzando las noches y las mañanas con apenas un dolor de tendones y de piel insolada. Eventualmente, descubrí que el aire de los pulmones tiende a viciarse de humo y de gas, y que los músculos oculares se resienten de los destellos que provocan las luces sobre los lagrimales hinchados de agua vaporosa. 

Aprendí a reconocer cuando deseo una excusa que justifique mi comportamiento y me libere de responsabilidad, a aburrirme de los intentos a medias y de los casi triunfos. A considerar seriamente la posibilidad de fracasar. 

Aprendí a leer un mapa y a deambular por la ciudad, a distinguir los sabores del té y a valorar las costras de las heridas. Que las noches son frías o cálidas con independencia de las marcas del termómetro, y que la gelatina es un anestésico cardiaco potente.

Aprendí mucho. aprendí demasiado. Aprendí que aprender por siempre es equivalente a arar la tierra eternamente sin sembrar, para nunca cosechar.

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