Cartagena (I): Media Luna

Las mujeres solo sirven para alborotar el lagrimal. Pero aveces esa es solo la gota que rebasa el vaso, sobre todo cuando llorar es casi una consecuencia directa de la sobrehidratación (lloramos para no explotar, diría).

Porque las mujeres siempre se arreglan para alguien que nunca soy yo, e invierten las horas de su vida con la esperanza de pasar la noche con alguien. Lo más triste y lo más feliz (cuanto menos, liberador) es que no podría asegurar si acaso, alguna vez, yo he sido alguien. ¿quien soy? A lo mejor, los nadies están condenados a estar solos, más solos, muy solos.

Te extraño (eres extraña, también) aunque realmente nunca llegué a conocerte. Hasta siempre, tal vez. O tal vez, hasta nunca.




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