Cartagena (V): La Calle Larga

Los muchachos que respiran salitre y arena procuran levantarse tarde, a tomarse su tiempo, a escuchar la radio y a bailar. Muy de vez en cuando se atreven a madrugar para pescar algún pargüito que quede atrapado en la orilla o para orar en un templo cristiano-católico-budista.

El fútbol corre por sus venas pero el sol las tiende a evaporar, "valientes insolados solo con ganas de jugar a patear la pelota". Los chicos no usan zapatos (eso ya está pasado de moda), pisan caracolas al son de las mariamulatas que empollan en las palmas de la orilla del mar.

El cansancio se mitiga cuando la mente está en la luna y los ojos están empañados, ellos desaparecen en el infinito la línea del horizonte. Los pantalones se caen con el peso de las ilusiones que hay dentro de los bolsillos y los pies se pelan con la fricción del asfalto. A las siete de la mañana tu presencia es deseable pero injustificable. Me lo recuerdan los mensajes escritos con aerosol en las paredes. 

Tiemblo de cansancio, pero no de cansancio físico.




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