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Estamos manchados con sangre de león, clara de huevo de avestruz. Llevamos la marca del salmón en el pecho y nos identifica la lengua afuera, los dientes chuecos. No pretendas bañarte las manos con vinagre, la sangre no sale. Piel tostada y vello chamuscado, oloroso chicharrón gratinado con miel. 

Calculadora humana, mezcladora de concreto, reloj de cuerda, hacha de guerra. No explotes, no revientes si no es conmigo. Te contengo, te atizo, me rompo. Recuérdame por partes, componme de noche, aviéntame al rio. Mírame sin hablar, háblame sin mirar, escríbeme cartas sin comas pero con tildes, me olvido las MAYÚsculas (superávit de mayas, mayes, mayos y mayus). Deja a las palomas en paz, no me olvido de tus garras. Suelta los ratones, expúlsalos de tu morral: déjame afuera o déjame entrar, pero por favor, déjame dormir. Eres un calentador que solo enfría, una vela de plastilina, una lata de atún abollada, mi comida incomestible, mi porción de aire masticable. 


Quieres ser amada pero no quieres amar, llegas saludando, pidiendo regalitos. Pero en el fondo eres buena chica, por eso tienes un closet lleno de regalitos. Si no es amor, ¿que son estos desvelos? 



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