Maja (I)
Estudié las historias de manera poco
ortodoxa. Empecé por la antigua y clásica, continué con la arquitectura
medieval, luego la moderna y finalmente la colonial, con un evidente desdén por
el orden cronológico. Y no me arrepiento.
La historia moderna empezaba los martes a
las cuatro y hasta las seis, horario poco conveniente para todos menos para mí.
Aula sémi-vacía, gente desconocida y un genio incomprendido de profesor. Tenía una sola
presentación (muy, muy larga) de la que nos mostraba solo un fragmento a la
vez, guardando el suspenso y generando ansiedad. Explotaba hablando de una
música que no tenía ritmo y de unos rusos que coloreaban todo con rojos, negros
y blancos. De unos tipos que encajaban a los edificios y que literalmente
rompían las viviendas de adentro hacia afuera, de locos que construían
pabellones afilados y de su hermana la odontóloga.
Por ese entonces, Maja llevaba capul.
Nunca la había visto antes y nunca la dejaría de ver después, aunque fuera en
sueños. Ensimismado en mí soledad (mis compañeros habituales SI habían seguido
el orden tradicional en las historias), pude distinguir otra soledad. Más
sutil. Menos evidente. Más pulida. Menos violenta. Más expectante. Rara.
Sobria. Linda. A la salida, una vez me preguntó por los trabajos pendientes: Los mejores dos minutos del año.
No puedo asegurar que exista el amor a
primera vista.
Yo creo que sí.
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