¿Cómo puede enloquecer alguien que ha estado loco siempre?
1.
Los olivos, por sus contorsiones, son para Cósimo caminos cómodos
y llanos, arboles pacientes y amigos, con su áspera corteza, para pasar por
ellos y detenerse en ellos, aun cuando las ramas gruesas sean pocas en cada árbol
y no haya una gran cantidad de movimientos. En una higuera, por el contrario,
teniendo cuidado de que soporte el peso, no se acaba nunca de dar vueltas; Cósimo
está bajo el pabellón de las hojas, ve transparentarse el sol en medio de las
nervaduras, los frutos verdes hincharse poco a poco, huele el látex que gotea
por el cuello de los pedúnculos. La higuera se apodera de ti, te impregna con
su humor gomoso, con los zumbidos de los abejorros; poco después a Cósimo le parecía
estar convirtiéndose en higuera el mismo y, molesto, se marchaba.
2.
El perro Óptimo Máximo, nada intimidado
por el hecho de ser el único pachón de Ombrosa, cortejaba grandes perras de
pastor, o perras lobas, con petulante arrojo, fiándose de la natural simpatía
que inspiraba. A veces regresaba maltrecho por los mordiscos; pero bastaba un
amor afortunado para compensarlo de todas las derrotas.
3.
-¿Asustada?
-No.- Pero el corazón le latía con fuerza.
-La rosa no se ha perdido -dijo él y la
toco para ajustársela.
Así, apretados en el árbol, a cada gesto
se iban abrazando.
-Huy! -dijo ella, y, primero él, se
besaron.
Así empezó el amor, el muchacho feliz y
turbado, ella feliz y nada sorprendida (a las muchachas nada les ocurre por
casualidad).
4.
A partir de entonces, empezó a correr la
voz: "el barón ha enloquecido", y los cuerdos añadían: "¿cómo
puede enloquecer alguien que ha estado loco siempre?"
5.
(...) porque la locura es una fuerza de la
naturaleza, para bien o para mal, mientras que la bobería es una debilidad de
la naturaleza, sin contrapartida.
6.
Ombrosa ya no existe. Mirando el cielo
despejado me pregunto si en verdad ha existido. Aquella profusión de ramas y
hojas, bifurcaciones, lóbulos, penachos, diminuta y sin fin, y el cielo sólo en
relumbrones irregulares y recortados, quizá existía solamente para que pasase
mi hermano con su ligero paso de chamarón, era un bordado hecho sobre la nada
que se asemeja a este hilo de tinta tal como lo he dejado correr por páginas y
páginas, atestado de tachaduras, de remisiones, de borrones nerviosos, de manchas,
de lagunas, que a ratos se desgrana en gruesas uvas claras, a ratos se espesa
en signos minúsculos como semillas puntiformes, ora se retuerce sobre sí mismo,
ora se bifurca, ora enlaza grumos de frases con contornos de hojas o de nubes,
y luego se atasca, y luego vuelve a enroscarse, y corre y corre y se devana y
envuelve un último racimo insensato de palabras, ideas, sueños, y se acaba.
-Fragmentos de "El Barón Rampante"
Ítalo Calvino
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