21

A veces pensaba en todo. Tenía una infinidad de planes para cada situación: rutas de evacuación, excusas, distracciones, alternativas. Repasaba mentalmente una y otra vez las rutinas de cada día y todas sus posibles variables, permutando en cada ocasión el estado del clima, del tráfico y el índice de la bolsa de valores. Jamás lo tomaron por sorpresa, nadie pudo (¿nadie quiso?) trastocar lo que parecía, más que un hombre, una obra maestra de la ingeniería.  

Su mundo era un cuarto hipoalergénico y presurizado, un laboratorio esterilizado. Su aliento siempre mentolado, el cuello siempre abotonado. Era minucioso, detallista al extremo. De todo su ser, impecablemente arreglado, solo se rebelaba su pelo, al que ningún gel pudo nunca doblegar.

Quien podría siquiera imaginar que una sola sonrisa sería capaz de desbalancear a la ecuación más perfecta del mundo.

Comentarios