Cementerio botánico

Ciertamente, ese día las flores más bellas no fueron flores, sino un ramillete de hierba olorosa, un manojo de limonaria y un racimo de plántulas suculentas. Y de pronto las plantas tenían nombre de animal, y los animales eran estatuas, y las estatuas estaban muertas. 

Habían largas filas de personas, esperando su turno para poder susurrarle al oído cualquier cosa, un secreto, o nada. Leo, como se llama la estatua, les concedía de vez en cuando algún deseo. Dinero, en la mayoría de los casos. 

Cronos, el de la guadaña, había dejado de trabajar hacia mucho tiempo. De hecho, la propia humanidad se había encargado de reemplazarlo, muerta en vida, y construyendo ciudades cada vez más grandes. Era loable y perturbadoramente admirable su empeño de crear el mayor y más complejo cementerio de vivos que jamás existió.

Pastel de chocolate, fresas con crema, merengue, barquillo de arequipe, dulce de papayuela. No soy exigente. Solo busco una persona, como dice la canción, que sepa coser, que sepa cantar, y que sepa abrir la puerta para ir a jugar. 


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