Maja (IV)
En principio me causó curiosidad la dificultad para encontrarla. Sus horarios eran profundamente caprichosos y entraban en conflicto con mi reloj biológico.
Los humanos terminamos siendo una serie de costumbres orgánicas, como lo comprobé el primer día que la encontré allí sentada, solitaria, quince minutos antes de lo pactado. A partir de entonces, me volví patológicamente puntual. Llegaba siempre temprano con la inconsciente esperanza de que estuviera otra vez allí sentada, comiendo de su almuerzo casero, probablemente cocinado por ella misma y empacado en bolsas de plástico re-sellable. Pero casi siempre me tocó esperar por más de un cuarto de hora, solo, hasta el inicio de la clase.
Aún soy el primero en llegar, y aun soy el último en salir. Cualquiera diría que soy un tipo responsable. Ustedes, que ahora lo saben, dirán que solo estoy enamorado.
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